La crisis de 1917 se desarrolló en el momento en que el panorama internacional estaba presidido por la Primera Guerra Mundial en la cual España se convirtió en un país neutral. Los beneficios económicos generados por los negocios durante los años de la guerra fueron muy desigualmente distribuidos desde el punto de vista social. Mientras la burguesía y los empresarios se enriquecían rápidamente, las clases populares y el proletariado resultaron perjudicados por la escasez y el continuo incremento de precios en los alimentos de primera necesidad. Lo cierto es que en 1917 el coste de la vida aumentó un 68 % aproximadamente comparado con 1914, pero los salarios de los obreros no crecieron al mismo ritmo. Esta coyuntura socioeconómica generada por los efectos de la I Guerra Mundial explica parcialmente alguno de los problemas de la crisis de 1917.
Esta grave crisis se originó al producirse la convergencia y la superposición de tres problemas diferentes, pero cronológicamente coincidentes. Así pues, los tres componentes de la crisis de 1917 son: el malestar militar con la actividad de las Juntas Militares de Defensa; la protesta política, con la reunión de la Asamblea de Parlamentarios y el problema obrero con la convocatoria de la Huelga General.
a) La protesta militar: Las Juntas Militares de Defensa.
Los oficiales del ejército se enfrentaron al gobierno, descontentos por sus bajos salarios en años de fuerte inflación y por el favoritismo de los ascensos que propiciaba la promoción de los militares destacados en Marruecos en contra de la tradición que sólo admitían los ascensos por antigüedad. Con el propósito de presionar al gobierno, protestar y defender sus reivindicaciones crearon unos organismos denominados "Juntas Militares de Defensa", que agruparon a los jefes y oficiales y que rápidamente se extendieron por toda España, contabilizándose más de 30 Juntas en 1917. Este comportamiento de los oficiales del ejército suponía una ruptura de la disciplina militar y una muestra grave de insubordinación. El gobierno arrestó en un principio a los cabecillas de esta protesta, pero finalmente consiguieron notables aumentos en sus salarios. Sin duda alguna, el desenlace de este asunto demostraba la debilidad del sistema político y la falta de autoridad del gobierno. No obstante, las Juntas terminaron apoyando al régimen político contra el que se habían manifestado desde 1916.
b) La protesta política: la Asamblea de Parlamentarios.
En 1917, el sistema político canovista estaba desacreditado. Por todo esto, en julio de 1917 unos setenta diputados y senadores pertenecientes a los grupos políticos marginados del sistema bipartidista del turno se reunieron en Barcelona y constituyeron una Asamblea de Parlamentarios. De este modo, catalanistas de la Lliga, republicanos e izquierdistas efectuaban un acto de fuerza y rebeldía desafiando al gobierno para inducirle a renovar y reformar el sistema. Las peticiones más importantes formuladas por esta Asamblea fueron la exigencia de una reforma de la Constitución para democratizar verdaderamente el sistema político español, acabando con el turnismo, con el sistema caciquil y con las intromisiones del rey en los asuntos de gobierno; y en segundo lugar, la solicitud de autonomía política para Cataluña, que debería hacerse extensiva a todas las regiones de España. Finalmente el movimiento se desarticuló por las divergencias y desconfianzas entre los propios asambleístas.
c) El problema obrero: La Huelga General de 1917.
El desarrollo económico derivado de la neutralidad española durante la Ia Guerra Mundial atrajo hacia las ciudades a una gran masa de campesinos que, ante las pésimas condiciones laborales, rápidamente se proletarizó. El descontento fue canalizado por la Confederación Nacional del Trabajo y la Unión General de Trabajadores. Ambas centrales sindicales firmaron una alianza, uno de cuyos resultados fue la convocatoria de una huelga general revolucionaria contra el régimen político y contra el deterioro del nivel de vida de los trabajadores.
Durante los días posteriores a la convocatoria de huelga se produjeron graves incidentes en Barcelona, Madrid, Zaragoza, Asturias y Vizcaya, siempre en los grandes centros urbanos e industriales. Finalmente esta protesta obrera fracasó, pues no se logró movilizar a los trabajadores del campo. El resultado fallido de esta huelga de 1917 contribuyó a dividir al movimiento obrero español, separando más aún a socialistas y anarcosindicalistas, que no volverán a colaborar juntos, profundizándose sus rivalidades y diferencias ideológicas. Por otro lado, la respuesta del Gobierno fue muy enérgica: detuvo al comité de huelga y sacó las tropas a la calle. A finales de agosto la huelga estaba acabada, con un saldo de más de setenta muertos y en torno a dos mil detenidos.
Tras las crisis de 1917 el régimen canovista seguía vivo, pero no había salido ileso. El sistema político se encontraba en pleno proceso de descomposición interna debido a la división existente entre los viejos partidos, a la reacción del rey inclinado a apoyar a los militares frente al poder civil por miedo a una radicalización social y, por último, porque el sistema era incapaz de renovarse y de integrar a las nuevas fuerzas sociales y políticas.