Panteón de los Reyes de San Isidoro de León

Imagen de Francisco J. Calzado

1. Identificación y ficha técnica

  • Nombre del edificio: Panteón de los Reyes de la Real Colegiata-Basílica de San Isidoro de León. [1]
  • Autor o arquitecto: Maestros anónimos del románico leonés; promotores: el rey Fernando I y la reina Sancha. [1]
  • Fecha de construcción: Mediados del siglo XI; consolidado como panteón real en el marco de la traslación de las reliquias de San Isidoro a León (1063). [1]
  • Estilo o corriente: Románico (ámbito leonés). [2]
  • Técnicas y materiales: Espacio dividido en tres naves y dos tramos cubiertos por seis bóvedas de arista; estructura sustentada por dos columnas exentas de mármol y medias columnas adosadas. [2] [3]
  • Ubicación geográfica: Ciudad de León (Castilla y León, España), a los pies de la basílica de San Isidoro. [2]
  • Función original y actual: Cementerio real medieval; en la actualidad, espacio funerario e hito museístico de la Colegiata (con 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes y 9 condes entre los sepultados). [1]
  • Dimensiones aproximadas: Sala de pequeñas dimensiones (≈ 8 m de lado). [2]

2. Descripción formal / visual

El Panteón se concibe como el nártex occidental de la basílica primitiva —un espacio de tránsito y acogida ante el umbral del templo—, adosado al muro occidental y vinculado físicamente a la muralla romana que delimita el conjunto por el noroeste. Esta condición liminar explica tanto su función funeraria regia como ciertas soluciones espaciales (arquerías abiertas al exterior) que lo conectaban con el entorno inmediato. [2] [12]

En planta, el recinto es sensiblemente cuadrado (≈ 8 m de lado) y se divide en tres naves y seis tramos mediante dos columnas exentas que organizan una batería de siete arcos de medio punto, con los laterales ligeramente peraltados. La escasa altura de la cámara confiere al conjunto un falso aspecto de cripta, intensificado por la continuidad de las cubiertas y la penumbra interior. [2]

La estructura portante recae en dos fustes monolíticos de mármol —probable reutilización antigua— y en medias columnas y pilares perimetrales; sobre ellos se apoyan las bóvedas: todas “esquifadas” (de vela) según la tradición lombarda, con resolución de arista en las naves laterales, configuración que favorece el reparto de cargas hacia apoyos puntuales y libera los paños murales para la pintura. El repertorio de capiteles (21 piezas), de talla precoz dentro del románico hispano, alterna frondas corintizantes (piñas, acantos, palmetas) con temas simbólicos e incluso los que figuran en la portada cegada al templo con escenas del Nuevo Testamento (Resurrección de Lázaro; Curación del leproso). [2] [3]

El cierre perimetral combinaba muros ciegos (al sur, en relación con el palacio real) con arquerías abiertas al oeste y al norte, que actuaban como filtro lumínico y articulaban el porche en “L” añadido poco después; ese sistema de vanos amplios (hoy protegido) explica la lectura clara de los tramos y el recorrido procesional que proponen las cubiertas. [2]

El acabado interior es unitario: paramentos y bóvedas están íntegramente pintados con técnica al fresco y fases a secco. Se reconocen sinopias a lápiz rojo bien visibles en figuras y contornos, veladuras de azurita en vestiduras y repintes históricos hoy retirados; la estratigrafía documentada por restauradores demuestra jornadas de trabajo diferenciadas entre registros altos e inferiores y correcciones (“arrepentimientos”) en escenas clave. Todo ello refuerza la lectura de un “taller” de notable pericia técnica. [3]

Finalmente, el ciclo mural organiza el espacio y condiciona su percepción: sobre las seis bóvedas y muros discurren, en sentido horario desde el paramento sur, los tres ciclos litúrgicos principales (Navidad, Pasión y Resurrección), culminando ante la antigua puerta de acceso a la iglesia. Se integran además el Zodiaco y el célebre “calendario agrícola”, hoy interpretado más como alegoría del tiempo que como calendario utilitario. Esta envolvente pictórica —de gran coherencia iconográfica— convierte la bóveda central, con su Maiestas Domini en mandorla y Tetramorfos, en un foco axial que jerarquiza el recinto. [2] [5]

3. Análisis iconográfico

El programa pictórico del Panteón organiza un itinerario narrativo que recorre los tres ciclos litúrgicos —Infancia, Pasión y Resurrección— a lo largo de muros y bóvedas, iniciándose en el muro meridional y continuando en sentido horario hasta culminar ante la antigua puerta de acceso a la basílica. Esta estructura, excepcional por su coherencia interna, convierte la pintura en una guía visual del misterio cristiano adaptada a un espacio funerario regio. [1] [2]

En el centro teológico y visual del conjunto se sitúa la Maiestas Domini: Cristo entronizado dentro de mandorla y rodeado por el Tetramorfos (los cuatro vivientes-evangelistas), pintada en una de las bóvedas centrales. La iconografía y su disposición axial subrayan la Parusía y el juicio, adecuando la lectura a un ámbito de memoria regia. La documentación de restauración permite ver con claridad la mandorla concéntrica y las figuras simbólicas en las pechinas, así como el estado material de la superficie pictórica. [3]

En las bóvedas y muros se despliega el relato, del que se conservan episodios muy significativos de la Infancia de Cristo (p. ej., Anunciación a los pastores, Epifanía, Huida a Egipto, Matanza de los Inocentes), la Pasión (Última Cena, Prendimiento) y la Culminación (Crucifixión y Visión apocalíptica). La bibliografía y la documentación técnica identifican con precisión la bóveda de la Matanza de los Inocentes y la de la Última Cena, así como la del Prendimiento y la del Apocalipsis, además de la Crucifixión pintada en el paramento oriental (extremo norte). [2] [3]

El arco como soporte iconográfico se aprovecha para un ciclo del Tiempo: signos del Zodiaco y labores de los meses en medallones distribuidos en los intradós. Su asociación, habitual en el románico europeo, no es meramente decorativa: expresa el paso del tiempo y su lectura escatológica, en diálogo con la promesa de eternidad evocada por la Maiestas. En San Isidoro, la historiografía subraya precisamente ese maridaje “meses–zodiaco” y su función catequética dentro del conjunto. [5]

El discurso iconográfico se entiende, además, en clave litúrgica. Parte de la bibliografía —siguiendo a A. Viñayo y lecturas afines— ha propuesto que la secuencia Infancia–Pasión–Resurrección–Glorificación se relaciona con momentos de la misa hispano-mozárabe y con la práctica memorial por los reyes difuntos: así, la Última Cena evocaría las misas de sufragio, mientras la Maiestas Domini remite a la Jerusalén celestial. Otro eje hermenéutico enfatiza el carácter ejemplar y “ars moriendi” del conjunto para la dinastía leonesa. Ambas líneas de lectura convergen en que la función funeraria del Panteón estructura la selección y la jerarquía de escenas. [12]

La escultura de capiteles colabora con la catequesis visual: el museo destaca motivos veterotestamentarios de prefiguración de Cristo (p. ej., Balaán y la burra, Sacrificio de Isaac) y algunas de las primeras escenas de Cristo en el arte medieval hispano (p. ej., Resurrección de Lázaro, Curación del leproso). Este repertorio, de fuerte carga tipológica, funciona como pórtico simbólico de la historia de la salvación que las pinturas desarrollan en el interior. [1]

Desde el punto de vista técnico–iconográfico, el estudio de conservación ha documentado sinopias en rojo muy visibles (líneas de dibujo), el uso de veladuras de azurita para azules y, sobre todo, la ejecución por jornadas de trabajo con arrepentimientos puntuales: por ejemplo, el pescado que ofrece Tadeo en la Última Cena o detalles del Anuncio a los pastores. Estos datos, además de confirmar la unidad de taller, explican pequeñas diferencias de mano entre registros altos y bajos. [3]

Por último, conviene advertir que el conjunto convivió con intervenciones posteriores: en el antiguo pórtico se añadió, ya en el siglo XIII, un mural de Santa Catalina sobre enlucidos tardíos; aunque ajeno al programa románico original, su presencia formó parte de la vida devocional del recinto y hoy se reconoce estratigráficamente. [3]

4. Contexto histórico y cultural

El Panteón de los Reyes nace como cementerio dinástico por mandato de Fernando I y Sancha a mediados del siglo XI, en el marco de la transformación del antiguo monasterio de San Juan Bautista en San Isidoro tras la traslación de las reliquias del santo hispalense en 1063; la propia institución sitúa, además, la decoración mural como un encargo posterior de su hija doña Urraca (reina entre 1109 y 1126). [1]

Urbanística y arquitectónicamente, el Panteón ocupa el nártex occidental de la iglesia y se integra en un sector clave de la ciudad tardoantigua y altomedieval: entre su cierre y la muralla romana quedaba el antiguo intervallum del campamento de Legio VII, un pasillo que en época medieval funcionó como calle; la decisión de cubrir ese espacio para aprovechar el recinto y edificar encima explica el carácter “entre muros” y la comunicación histórica del Panteón con estancias monásticas y palaciegas. [12]

El proyecto se enmarca en la renovación político-religiosa del reino leonés (segunda mitad del XI): la apertura cluniacense, la reforma gregoriana y la progresiva romanización litúrgica (en detrimento del viejo rito hispano) conectaron la corte de León con circuitos europeos y con el Camino de Santiago, auténtico corredor de intercambio artístico que favoreció la circulación de modelos arquitectónicos e iconográficos. [12]

Dentro de ese marco, San Isidoro es Monumento protegido desde 1910 (BIC, Gaceta de Madrid, nº 46, 15‑02‑1910) y forma parte del bien patrimonial del Camino Francés a Compostela, lo que subraya su papel en la red de santuarios jacobeos y su proyección europea. [6]

El Panteón actúa, además, como memorial regío: la institución resume 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes y 9 condes enterrados en el recinto, cifra que expresa la ambición de la memoria dinástica leonesa en los siglos XI‑XIII, aun cuando la historia material de los sepulcros sea compleja. [1]

Esa complejidad se agudiza con la ocupación napoleónica (1808‑1812): el propio museo recuerda los saqueos de las tropas francesas, y el estudio arqueo‑antropológico realizado en 1997 documentó que, según las fuentes, el Panteón albergaba 33 individuos ligados a la monarquía, pero que la profanación de las tumbas en 1809 y el traslado y mezcla de restos (incluso con huesos procedentes de capillas contiguas) alteraron gravemente la disposición original, dificultando identificaciones puntuales; aun así, se ha podido proponer la identificación de Bermudo III por reconstrucción facial a partir de su cráneo. [7]

En la vida posterior del edificio, el antiguo vano oriental que comunicaba con la iglesia quedó tapiado, y en esa zona se levantó un altar de Santa Catalina acompañado por pinturas góticas (s. XIII), un estrato ajeno al programa románico pero significativo para la historia devocional del conjunto y hoy reconocido en los estudios previos de conservación. [3]

Finalmente, el enclave de San Isidoro —colegiata regia en la ruta jacobea— ayuda a entender la ambición ideológica del Panteón: un espacio funerario que, en la frontera entre palacio, monasterio y ciudad, pone en imágenes (pintura y escultura) un discurso de legitimación de la dinastía en clave litúrgica y escatológica, a la altura de los grandes focos del románico peninsular conectados por el Camino. [1] [6]

5. Estilo artístico

El Panteón de los Reyes es un hito del Románico hispano cuya fama —la reiterada denominación de “Capilla Sixtina del Románico”— procede de la excepcional unidad y extensión del ciclo mural conservado in situ y de su calidad técnica y narrativa. La propia institución lo presenta así y lo relaciona con los patrocinios regios, en particular con la memoria de Fernando I y Sancha y con el impulso de doña Urraca a comienzos del siglo XII. [1]

Desde el punto de vista técnico-pictórico, las pinturas combinan fresco con trabajos a secco, documentándose sinopias en rojo muy visibles (dibujo preparatorio), veladuras de azurita en los azules y jornadas bien diferenciadas con arrepentimientos (p. ej., el “pescado que ofrece Tadeo” en la Última Cena). Todo ello responde a un taller altamente cualificado que trabaja por fases sobre un enlucido cuidado. [3]

En lo cromático domina una paleta simbólica de ocres amarillentos, dorados y verdes claros que construye una atmósfera teofánica “áurica” —recurso que sustituye el oro de fondo habitual en otras tradiciones y realza los pasajes más sacros (Maiestas, visiones apocalípticas)—, mientras que los azules se logran, como se ha señalado, con azurita modulada en veladuras. [3]

La gramática formal privilegia el dibujo (contorno seguro de las figuras, plegados sintéticos) sobre el modelado volumétrico, con composiciones claras que ordenan la narrativa por bóvedas y registros. La Maiestas Domini en una de las bóvedas centrales actúa como foco axial del conjunto y organiza jerárquicamente el “itinerario” devocional del espacio. La lectura por tramos —Infancia, Pasión y Resurrección/Gloria— está descrita por la bibliografía y corroborada por la documentación fotográfica de los estudios previos. [2] [3]

En cuanto a estilística e influencias, los estudios sitúan el conjunto dentro de un horizonte románico hispano‑languedociano, con ecos franceses tempranos y circulación de modelos por el Camino de Santiago: ello se advierte con especial nitidez en la escultura de capiteles (campañas de fines del XI/entorno a 1080) y en soluciones iconográficas que dialogan con repertorios del Midi. Esta conectividad no impide la fuerte personalidad local del taller. [12]

La escultura del recinto —capital en la caracterización del estilo del conjunto— alterna motivos vegetales (acantos, palmetas), zoomorfos y capiteles historiados que introducen temas salvíficos y tipológicos (p. ej., Sacrificio de Isaac, Balaam y la burra, Curación del leproso, Resurrección de Lázaro); estos últimos, situados en el entorno del antiguo ingreso oriental, funcionan como pórtico simbólico del gran relato pintado. La crítica ha subrayado, además, el sentido soteriológico del repertorio escultórico, plenamente coherente con la función funeraria del espacio. [1] [2]

Arquitectónicamente, el panteón traduce soluciones románicas al servicio de la pintura: tres naves y seis tramos articulados por dos columnas exentas y arquerías que liberan paños y proporcionan superficies continuas para el ciclo mural. La estructura en tramos se corresponde con la segmentación narrativa de las bóvedas, reforzando la unidad estilística del conjunto. [2]

6. Valoración personal / interpretación

El Panteón de los Reyes ofrece una experiencia inmersiva poco común en el románico hispano: las pinturas se contemplan in situ, sobre la arquitectura para la que fueron concebidas, de modo que el espacio, la luz hendida por las arquerías y la secuencia de bóvedas construyen la lectura del programa teológico sin necesidad de intermediarios. Esta cualidad —subrayada por la propia institución— explica en parte el tópico de la “Capilla Sixtina del Románico”. [1]

En términos de significado, el conjunto articula una catequesis de la historia de la salvación (Infancia–Pasión–Resurrección–Gloria) que dialoga con la memoria funeraria regia: bajo la mirada de la Maiestas Domini y del Apocalipsis, reposan reyes, reinas y miembros de la dinastía leonesa en número que la institución resume (11 reyes, 12 reinas, 10 infantes, 9 condes), de modo que el relato bíblico opera como marco escatológico de la legitimación dinástica y del sufragio por los difuntos. [1]

La retórica del tiempo es un hallazgo: el Zodiaco y las labores de los meses —en el perímetro de arcos e intradós— convierten el discurrir anual en metáfora del tránsito humano, que culmina en la promesa de eternidad de la Maiestas; la dimensión litúrgica (Última Cena como núcleo eucarístico) refuerza esa lectura de paso y consumación. La web del museo destaca explícitamente el calendario agrícola y la centralidad del Pantocrátor en la bóveda. [1] [5]

Desde el punto de vista técnico y material, el valor del Panteón reside en la unidad de taller, la calidad del fresco y la pervivencia de sinopias y veladuras que los estudios de conservación han documentado en vistas a su intervención; una técnica solvente explica la buena lectura actual del conjunto, con policromías aún legibles y secuencia iconográfica coherente. Estas observaciones proceden de informes y campañas técnicas promovidas por la Administración cultural de Castilla y León. [3]

En el plano histórico, la fundación regia (Fernando I y Sancha) y la traslación de las reliquias de San Isidoro en 1063 anclan el programa en una política de corte que busca prestigio y sacralidad para León; el propio año 1063 se reconoce en la tradición documental y en donaciones asociadas (como el Crucifijo de don Fernando y doña Sancha). Esta dimensión cortesana ayuda a entender la ambición del encargo y su iconografía selecta. [1]

Finalmente, su valor patrimonial se ha consolidado durante la Edad Contemporánea: el conjunto está protegido como Bien de Interés Cultural (Monumento) desde 1910 (RI‑51‑0000098), y su inclusión en los itinerarios del Camino de Santiago refuerza su proyección europea actual. Estas figuras de tutela reconocen un lugar mayor del románico peninsular. [6]

Imágenes en alta resolución

Haz clic para abrir en pestaña nueva (respeta siempre las licencias indicadas).

Planta general de la colegiata (con Panteón a los pies)
Planta general de la colegiata (Panteón a los pies). © Wikimedia Commons (PD). [8]
Bóveda central con la Maiestas Domini
Interior: bóveda con Maiestas Domini. © J. L. Filpo Cabana (CC BY 3.0). [9]
Fachada meridional con Portada del Cordero y del Perdón
Exterior: fachada meridional (Portadas del Cordero y del Perdón). © J. L. Filpo Cabana (CC BY 3.0). [10]

Referencias y fuentes

  1. Museo de San Isidoro — «El Panteón de los Reyes». museosanisidorodeleon.com/panteon-de-los-reyes/
  2. Románico Digital — «Pinturas murales del panteón real». romanicodigital.com/.../pinturas-murales-panteon-real
  3. Junta de Castilla y León — «Restauración del Panteón de San Isidoro (León)». patrimoniocultural.jcyl.es/.../Intervencion/1285343726838/Arte
  4. CSIC — Fragero, J. I. (2014). «San Isidoro de León. Construcción y reconstrucción de la basílica». arqarqt.revistas.csic.es/…
  5. Artehistoria — «Colegiata de San Isidoro (Calendario)». artehistoria.com/.../colegiata-de-san-isidoro-leon-calendario
  6. UPM — «Historia de la protección…» (ficha BIC RI‑51‑0000098, 1910). oa.upm.es/40044/1/ELISA_BAILLIET_FERNANDEZ_01.pdf
  7. Vidal Encinas, J. M. (2006). «De lo que había a lo que hay…» Estudio arqueo‑antropológico (campaña 1997). ResearchGate (PDF)
  8. Wikimedia Commons — «San Isidoro Plan Vertical.JPG». commons.wikimedia.org/wiki/File:San_Isidoro_Plan_Vertical.JPG
  9. Wikimedia Commons — «Panteón Real, Bóveda (Maiestas Domini)», J. L. Filpo Cabana. commons.wikimedia.org/wiki/File:…Bóveda.jpg
  10. Wikimedia Commons — «Fachada principal», J. L. Filpo Cabana. commons.wikimedia.org/wiki/File:…Fachada_principal.jpg
  11. Museo del Prado — «Exterior del Panteón de los reyes de León» (fotografía, 1869–79). museodelprado.es/…a9ddc0b7…
  12. Fragero, J. I. (2014) y síntesis en Románico Digital: contexto urbano (muralla), lectura por tramos e influencias (hispano‑languedocianas). CSIC · Románico Digital