Durante la primera mitad del s. XVIII los Borbones procuraron estimular la actividad industrial y comercial según las directrices de la teoría económica del Mercantilismo: intervención del estado en la economía para favorecer su desarrollo. Así se reorganizó el monopolio del comercio con América, se protegió la producción industrial española mediante la prohibición de importaciones o mediante la fijación de aranceles fuertemente proteccionistas.
A. La política industrial de la monarquía
El campo español continuaba con los problemas heredados del sistema señorial medieval. Estos problemas agrarios fueron recogidos en informes que conjuntamente formaron un Expediente General. A partir de este expediente se apuntan diversas soluciones a los problemas del campo. Entre ellos destaca el Informe de la Ley Agraria de Jovellanos. Además se adoptaron algunas medidas reformistas. Así, se intentan repoblar regiones despobladas como la zona de Sierra Morena mediante colonos alemanes (La Carolina). Surgen canales de riego (Canal de Castilla).
Por otro lado, los Borbones crearon multitud de fábricas (“Reales Fábricas” de seda, de tapices, cristalería, etc.), con el fin de que sirvieran como escuela de obreros técnicos, para lo que se trajeron técnicos de toda Europa; al tiempo que aplicaron innovaciones técnicas de todo tipo, traídas particularmente de Inglaterra. Su control corría a cargo de representantes del Estado y el objetivo era satisfacer con productos del país la demanda de artículos de lujo (tapices, cristal, etc.) de los estamentos privilegiados e, incluso, exportarlo. De esta manera se dejarían de importar del extranjero y el dinero no saldría de España. Sin embargo, acabaron fracasando por el excesivo control burocrático y por no aplicar técnicas de producción avanzadas, por lo que sus productos resultaban excesivamente caros. No obstante, se trató de una auténtica revolución industrial incipiente que se extiende sobre todo por la periferia: Valencia, Málaga, Cádiz, Barcelona, Santander, Bilbao, etc. Paralelamente, se desarrolló el fomento de la construcción naval en astilleros reales, para facilitar el comercio por mar y la flota de guerra.
Hacia 1760, por primera vez en la historia, y en un proceso imparable hasta nuestros días, las regiones del litoral superan a las del interior en población, recursos y nivel de vida. Es un fuerte cambio de gravedad económica del centro a la periferia.
En cuanto al comercio, se suprimen las aduanas interiores, se construyen nuevas carreteras y puentes, se construyen puertos marítimos, se organizan compañías de transporte, etc. Esto contribuyó a un aumento en el nivel de intercambios peninsulares. Con el fin de fomentar la industria y el comercio Carlos III crea el Banco de San Carlos, futuro germen del Banco de España.
B. Medidas adoptadas con respecto al comercio con América
Por lo que respecta a América, en el siglo XVIII con la nueva dinastía, se instauró una explotación económica de tipo colonial; esto es, América se convierte en exportadora de materias primas (y no sólo metales preciosos) como tabaco, cacao, azúcar, etc., e importadora de productos manufacturados peninsulares. Para ello se adoptaron diferentes medidas:
- En un primer momento, se imitaron las prácticas de ingleses y holandeses, y se crearon compañías comerciales privilegiadas y monopolísticas a las que se les cedía, a cambio de pagar una cantidad al Estado, el monopolio sobre ciertas rutas o ciertos productos. Así se fueron organizando varias Compañías Comerciales (Compañía Guipuzcoana de Caracas, Compañía de la Habana, etc.). El sistema de las Compañías tropezó con la competencia del comercio británico.
- Más adelante, se adoptaron medidas liberalizadoras del comercio con América que permitieron aumentar los intercambios. Así varios decretos autorizaron el libre comercio directo de los puertos peninsulares con los americanos y suprimieron definitivamente el monopolio del puerto de Cádiz. Esto fue un gran estímulo, especialmente para Cataluña.
En conclusión, el comercio con América aumentó notablemente a lo largo del siglo, pero América era un mercado excesivo para la escasa capacidad productiva de la industria peninsular. En consecuencia, la mayoría de las manufacturas enviadas a América eran extranjeras, y en la exportación propiamente española predominaban los productos agrícolas. Por otra parte, se calcula que el volumen de contrabando o mercado negro era superior al del comercio legal.