Ya a fines del siglo XVII se registraron en la economía española los primeros síntomas de recuperación en la periferia peninsular. Barcelona, paradigma de esta recuperación aumenta sus beneficios, triplica el volumen de su comercio, mientras en el interior de Cataluña se instala la nueva industria del hilado y el tejido de algodón. Será el inicio de la Revolución industrial en Cataluña.
La población española inicia en el siglo XVIII una fase de crecimiento que se advierte principalmente en las regiones periféricas donde se produce un aumento superior al promedio nacional (incluso superior al 100 %). Este crecimiento se convierte en parte en crecimiento de las ciudades costeras (principalmente Barcelona) que experimenta un importante aumento de la población.
Por otro lado España presenta una estructura agraria que encaja dentro del modelo feudal propio de la Europa Occidental. Sin embargo, el campesino catalán suele disfrutar de una situación favorable debido a que:
- Disponía de una extensión de tierra suficiente porque las tierras del patrimonio familiar no se dividían entre los hijos sino que pasaban íntegras al hijo mayor.
- Su derecho sobre la tierra era muy amplio: podía comprarla, venderla, heredarla, cultivarla o dejar de hacerlo sin permiso del señor; éste, por otra parte, no puede arrebatarla al campesino ni aun en el caso de que fuera arrendatario.
- Una vez descontado de la cosecha lo que tenía que pagar al Estado, debía entregar al señor una cantidad fija (como derecho señorial o como arrendamiento) que el señor no podía ni modificar ni aumentar caprichosamente.
A esto se une la introducción de mejoras técnicas que aumentan la productividad agraria. Estos nuevos cultivos intensivos (ampliación de regadíos) permiten una mayor variedad en la producción introduciéndose cultivos como el arroz, lino, cáñamo, maíz, etc.
Asimismo, en el ámbito industrial junto a las “manufacturas reales”, se organizan las fábricas de estampados de algodón (“indianas”) creadas a mediados del siglo XVIII en Cataluña. Especialmente importante es su crecimiento en Barcelona.
En cuanto al comercio, sus progresos son muy sólidos en gran parte por la extinción de las aduanas interiores y la abolición del monopolio de la Casa de Contratación en el comercio indiano. Así, a lo largo del siglo XVIII se inicia un proceso de integración de las distintas tierras de España en un único mercado. No obstante, esta integración es lenta e incompleta en el interior y más extensa en zonas costeras. Así, en la segunda mitad del siglo XVIII Cataluña ha constituido un mercado regional integrado y en comunicación marítima intensa con los mercados europeos y americanos. El comerciante de Barcelona representa un nuevo tipo distinto al resto de la península. Por una parte fueron los que estimularon el movimiento comercial en Cataluña ayudando a la integración de su mercado regional, además practicaron el comercio de importación – exportación con Europa, lentamente fueron penetrando en el americano e incluso lograron abrirse camino en el comercio del interior de la Península, especialmente en la zona de Madrid.
Con la implantación del comercio libre de España con América, el tráfico experimentó un auge muy fuerte. Se comienzan a aplicar las ideas de los economistas mercantilistas con la organización de Compañías Privilegiadas a las que se cedía, a cambio de pagar una cantidad al Estado, el monopolio sobre ciertas rutas o ciertos productos. Así, en 1755 se creó la Real Compañía de Barcelona, para el comercio en las Antillas: Puerto Rico, Santo Domingo, Margarita.
De esta manera la apertura del mercado americano estimuló la industria en las regiones de la periferia peninsular. La burguesía española se fortalecía así a la sombra de la Corona. Y la más beneficiada fue Cataluña. Sus productores agrícolas y textiles conquistaron el amplio mercado interior de Castilla y los puertos americanos, hasta los que navegaban barcos catalanes cargados de manufacturas o aguardiente. Fue así como la burguesía de la región consiguió acumular los capitales necesarios para abordar con éxito la revolución industrial de la centuria siguiente.