En España, durante el siglo XIX, se trató de impulsar, como en otros países de Europa, el proceso de revolución industrial con el objeto de transformar la vieja estructura económica, esencialmente agraria, en otra nueva, basada en el desarrollo de la industria y el comercio. No obstante, en España se produjo un desarrollo industrial inferior al de otros países con mayor tradición industrial. Los sectores que se desarrollan son:
Industria textil catalana
Antes de 1830 el único sector que puede considerarse algo industrializado es el textil centrado en Cataluña, de larga tradición en el tratado de la lana e implicado con el algodón desde el último tercio del XVIII. Las empresas se constituían con capital autóctono y eran de tamaño mediano. Es en Cataluña donde la iniciativa empresarial de la burguesía hará llegar las primeras máquinas de hilado inglesas y donde por vez primera se instalan motores de vapor. De 1830 a 1850 experimentará una gran modernización técnica, un ejemplo será la fábrica Bonaplata en Barcelona, aunque también serán centros importantes Sabadell y Tarrasa. A mitad de siglo representaba el 60% del sector industrial.
El área catalana recibió apoyo constante del Estado mediante leyes arancelarias que impidieran la entrada de algodones ingleses y franceses y estableciendo el monopolio de venta de algodón catalán no sólo en el resto del país sino en las Antillas españolas. De ahí que la pérdida de Cuba provocara una movilización seria de la burguesía catalana contra el gobierno central. A esa industria textil catalana se asocia otra de carácter químico para los tintes que evoluciona hacia la producción de cementos. Asociada a la textil nace también la industria papelera catalana.
Industria siderúrgica
Se estableció cerca de las zonas mineras, razón por la cual se localizó principalmente en el norte de España. Hubo algunas plantas en:
- Málaga (1830-60) pero como no había carbón mineral, recurrían al vegetal mucho más caro. Vivió su apogeo durante las Guerras Carlistas en el Norte.
- En Asturias (1850-70) las cuencas de Mieres o Langreo no progresaron por carbón de baja calidad.
- Y, por último, en Vizcaya, donde la familia Ybarra fundó la empresa de Altos Hornos de Vizcaya en 1882. La introducción del convertidor Bessemer que transformaba el hierro en acero, estimuló la demanda de hierro vasco y, además, contaba con la ventaja de la proximidad a la costa. Durante la segunda mitad del siglo XIX se crearon en tierras vascas un gran número de sociedades mineras de capital extranjero y, en ocasiones, nacional cuya producción se destinó principalmente a la exportación (en especial, a Inglaterra) por la escasa demanda interior. Los beneficios de la industrialización vasca permitieron la aparición de una importante industria de bienes de equipo que se diversificó en construcciones mecánicas, navales y metalúrgicas, fomentando a su vez compañías eléctricas, químicas y de seguros, y reclamando grandes aportaciones de capital representadas por los Bancos Bilbao y Vizcaya.
La minería
España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio y cinc; y además gozaba de otra ventaja: la proximidad de los yacimientos a zonas portuarias, lo que facilitaba el transporte. Con la llegada de la revolución industrial tales recursos eran una riqueza potencial que no se utilizaban por la escasez de iniciativas empresariales, de conocimientos técnicos suficientes y de capitales españoles. Finalmente, la Ley de Minas de 1868 facilitó la llegada de capitales extranjeros que se hicieron pronto con el control de la mayoría de las explotaciones importantes (Río Tinto Gulf Company, Franco-Belge des Mines de Somorrostro, etc.). España, por tanto, se convirtió en exportadora de materias primas, que a finales de siglo representaban uno de los capítulos más importantes de la balanza comercial.