El conde duque de Olivares, valido de Felipe IV, inició el reinado con un ambicioso programa de reformas destinado a devolver a la monarquía hispánica su perdida grandeza. Se basaba en dos principios fundamentales:
- La reputación, que buscaba recuperar el prestigio internacional de la monarquía hispánica con un mayor protagonismo en la política europea y sus conflictos; como consecuencia se reanudó la guerra contra Holanda, que acabó integrándose en la Guerra de los Treinta años, donde se dirimía la hegemonía en Europa.
- La reformación, cuya finalidad era fortalecer la monarquía y evitar la decadencia a través de una serie de ambiciosos proyectos, muy influidos por los arbitristas.
Entre estos proyectos de reforma del conde duque destacaron tres:
- Para dar solución a los problemas financieros de la monarquía, ideó la fundación de una red nacional de erarios –bancos públicos– que liberarían a la Corona de la dependencia de la banca extranjera. Los erarios pagarían un interés a quienes depositaron su dinero en ellos y concederían préstamos a la Corona. El proyecto fracasó porque para constituir los erarios se necesitaba un capital fundacional que debía ser aportado, obligatoriamente y en proporción a su riqueza, por los súbditos cuya fortuna superase los 2000 ducados, y las Cortes, especialmente los sectores privilegiados, se opusieron aceptando a cambio un aumento de un impuesto sobre los productos de primera necesidad
- Otro de los proyectos de Olivares fue la Unión de Armas o pretensión de crear un ejército permanente de 140.000 hombres reclutado y sostenido por todos los reinos de la monarquía en proporción a su población y riqueza. Se pretendía con ello distribuir el coste humano y económico de las guerras entre todos los territorios de la monarquía, descargando así a Castilla de un peso que llevaba prácticamente en solitario. La Unión de Armas fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón.
- Estos proyectos reformistas se inscribían en una plan más amplio que pretendía la unificación de la monarquía bajo unas mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo de las de Castilla. El plan entrañaba una concepción absolutista del poder y pretendía crear una estructura centralizada de Estado, más fácil de gobernar. Pero su aplicación era casi imposible, tanto por el contexto de guerra exterior y dificultades económica de la monarquía, como por la oposición de los distintos reinos, celosos de sus derechos forales.
En definitiva, los proyectos reformistas de Olivares fracasaron porque los grupos sociales y los territorios periféricos (Corona de Aragón) que podían salir perjudicados los boicotearon. Además la situación de guerra casi permanente exigía soluciones urgentes e inmediatas, y obligaba a aplazar unas reformas que requerían tiempo y paz para su realización.