Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios. A los pocos meses de casarse por cuarta vez, su esposa, María Cristina, quedó embarazada, planteándose abiertamente el problema de la sucesión al trono. Fernando VII queriendo garantizar la descendencia en su futuro hijo o hija hace publicar (1830) la Pragmática Sanción, que eliminaba la Ley Sálica (ley borbónica que impedía reinar a las mujeres) y restablecía la línea sucesoria de las Partidas, favorable a la sucesión femenina. Protestada por los carlistas como un atentado a los derechos del infante don Carlos, se convierte en un conflicto de primera magnitud cuando en octubre nace la infanta Isabel, convertida en heredera. En 1833 Fernando VII murió dejando como heredera a su hija. Su hermano Carlos considerándose el legítimo heredero iniciará su asalto al trono. Comienza así la 1ª Guerra Carlista (1833-40), una guerra civil donde se enfrentaron los absolutistas a ultranza y los liberales.
A. Apoyos sociales del Carlismo
Apoyos sociales: por un lado los liberales y sectores de la aristocracia partidarios de las reformas políticas y económicas, que apoyaban a la nueva reina, en quien veían la única posibilidad de cambio. Se unieron en él los sectores moderados y parcialmente reformistas del absolutismo, los liberales moderados, los progresistas e incluso los revolucionarios, muchos de ellos recién retornados del exilio. Por otro lado, los absolutistas intransigentes, que apoyaban a Don Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII) y a sus descendientes en los siguientes estallidos bélicos. Socialmente, estaba encabezado por una parte de la nobleza y por miembros ultraconservadores de la administración y del Ejército, la mayoría del campesinado e importantes sectores del artesanado gremial, que temían que los cambios sociales y económicos que podían traer los gobiernos moderados o liberales terminaran por hundir sus talleres frente a la gran industria.
B. Ideario carlista
Ideológicamente, en el bando carlista se alinearon los absolutistas más intransigentes Todos los Manifiestos iniciales en apoyo de Don Carlos revelan que los objetivos del levantamiento eran: la defensa del Altar (Dios, Patria, Rey, Fueros) y del Trono y el legitimismo, que se concretaba en la defensa del derecho sucesorio masculino en favor del Infante. La restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente de cualquier otra creencia. Así pues, el carlismo defendía a ultranza el mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen, en abierta oposición a una modernidad identificada con la revolución liberal. El bando liberal o cristino, era mucho más variado, si bien la mayoría defendía los postulados liberales recogidos en la Constitución de 1812.
C. Ámbito geográfico del carlismo
En el aspecto geográfico, el carlismo triunfó sobre todo en las zonas rurales, y especialmente en el Norte, en el País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo aragonés y valenciano. Una de las razones de ese arraigo fue la defensa de los fueros, que pronto fueron enarbolados por Don Carlos como uno de sus principios programáticos, frente a las pretensiones liberales de uniformidad y centralización política y jurídica. Los fueros, asociados al Antiguo Régimen y por tanto defendibles fácilmente desde la óptica ultraconservadora, significaban un conjunto de privilegios para las poblaciones vasca y navarra, y una promesa de recuperación de sus antiguas «libertades» para catalanes, aragoneses y valencianos, perdidos con los Decretos de Nueva Planta. Con frecuencia se ha presentado la cuestión foral como el rasgo más definitorio del movimiento carlista. Pero la historiografía actual relativiza su importancia ya que ni en todos los territorios donde arraigó el carlismo existía una acentuada conciencia foral, ni esta se canalizó en exclusiva a través del carlismo. A nivel internacional, recibieron el apoyo de Austria, Rusia, Prusia, Nápoles y los Estados Pontificios, curiosamente los estados más tradicionalistas y afines al Antiguo Régimen. Por el contrario el apoyo al bando liberal fue casi total en las ciudades, tanto por parte de la burguesía de negocios (comerciantes, industriales, financieros) como de las llamadas capacidades: intelectuales, profesores, abogados, médicos, etc. A nivel internacional, obtuvieron la ayuda de los estados más próximos, es decir, Francia, Portugal y Reino Unido.