La transición política coincidió con una crisis económica producida por la subida de los precios del crudo (1973), con los siguientes efectos:
- Alza de los precios y pérdida de competitividad.
- La crisis fue muy dura en el sector industrial, donde el gran consumo energético elevó los costes de producción y los precios de venta (los sectores siderúrgico, naval y de transportes, fueron los más afectados).
- Elevado aumento del paro.
El déficit comercial fue paliado con la depreciación de la peseta (que favoreció el mantenimiento de las exportaciones) y el turismo. Los Pactos de la Moncloa (1977, firmados por partidos y sindicatos, y ratificado en el Congreso): supusieron el primer gran conjunto de medidas destinado afrontar la crisis en España. Sus objetivos eran reducir la inflación (mediante el control del gasto público, la racionalización del consumo energético y la devaluación estratégica de la peseta) y una reforma tributaria y de la Seguridad social, para modernizar el sistema tributario y repartir los costes de la crisis.
Un efecto de la crisis fue la necesidad de modernizar todo el sector industrial. En el caso de España el proceso de reconversión industrial significaría el desmantelamiento de la gran parte de la industria pesada que se había ido construyendo desde la autarquía de los primeros años del franquismo en torno al INI, concentrada en determinadas zonas con un tejido industrial más sensible y menos diversificado, como por ejemplo Asturias, que se ha calificado de monocultivo industrial (HUNOSA, ENSIDESA), la ría de Bilbao (Altos Hornos de Vizcaya, AHV), Sagunto (Altos Hornos del Mediterráneo, AHM), Ferrol (astilleros públicos tanto militares como civiles) Cartagena (astilleros e industria química) o la bahía de Cádiz (astilleros). La coincidencia en el tiempo con la muerte de Franco y el inicio de la Transición Española hizo que se aplazaran políticas impopulares por el temor a la conflictividad social correspondiente.
Las políticas de reconversión, por tanto, se tomaron a partir de los años 1980 y supusieron recortes importantes en la capacidad productiva de las empresas de diversos sectores (naval, siderurgia, etc.), para lo que se intentó canalizar la producción hacia otras nuevas ramas industriales con mejores expectativas.
La incorporación a la Comunidad Económica Europea (1986) obligó a continuar con la política de reconversión industrial durante el mandato de Felipe González a partir de 1986. La entrada requirió que el país abriera su economía, con un fuerte incremento de la inversión extranjera y un impulso modernizador de la empresa española ante la competencia exterior. También se produjo un incremento de las inversiones públicas en infraestructuras entre las que se encontraban las relativas a los fastos del 92, Olimpiadas de Barcelona y Exposición Universal de Sevilla. Se produjo un tirón del consumo motivado también por un efecto enriquecimiento provocado por la subida de la Bolsa y del valor de los inmuebles. Con esto, España aceleró el crecimiento de su PIB, redujo la deuda pública, redujo la tasa de desempleo del 24,4 % al 15 % en 3 años y redujo la inflación por debajo del 3 %.
Después del gran crecimiento experimentado a finales de los años 1980, la economía española entró en recesión a mediados de 1992. Durante varios años el desempleo estuvo por encima del 20 %, alcanzando su máximo en 1994. Desde 1992 la política económica estuvo marcada por el Tratado de la Unión Europea (TUE), dirigido a la instauración del euro como moneda común de la Unión Europea.
Los índices económicos comenzaron a subir a partir de 1995, trayendo una fase expansiva que duró hasta principios de 2008, con un incremento medio anual del PIB del 3,5 %, lo que ha constituido el periodo de crecimiento más alto desde 1975. Las razones que se han enunciado mayoritariamente como impulsoras de este prolongado periodo de auge económico fueron básicamente dos:
- En primer lugar, la incorporación de España a la Unión Monetaria.
- La segunda causa de la expansión vivida por España fue una llegada masiva de inmigrantes.
A partir del año 2008 al igual que la zona Euro, la economía española ha sufrido una caída de sus índices macroeconómicos, dando paso a un período de recesión y crisis. El origen de esta caída es una combinación de problemas estructurales propios de la economía española y la fuerte influencia externa de la crisis financiera mundial.